Mientras miro a las promesas del año por venir, y a los imperativos ambientales de la próxima década, no puedo dejar de pensar en las costas de Costa Rica donde (tan a menudo como sea posible) mi amor por la naturaleza se encuentra con mi pasatiempo favorito. ¡También es donde la fuerza de las olas recientemente rompió mi tabla en dos!

En 2021, tenemos muchas cosas positivas que esperar, incluidas vacunas, una recuperación económica y un regreso a una vida con menos pérdidas y distancia entre nosotros. Todos esperamos estos cambios con ansias, de una manera similar en la que los surfistas esperan a las olas entrantes: sabemos que están llegando, pero su momento y tamaño exactos están fuera de nuestro control.

Pero para asegurarnos de salir de este período pandémico en una mejor situación que la que teníamos antes, tendremos que trabajar duro para dirigirnos hacia un futuro más brillante y más resiliente. Es hora de empezar a remar.

Ser surfista durante más de 40 años me ha dado un buen conocimiento de los océanos, los ecosistemas marinos y la vida marina. El tiempo pasado en las costas del Caribe y el Pacífico también me ha convertido en un testigo en tiempo real del cambio climático. El nivel del mar ha aumentado, afectando las olas que surfeamos, y las ricas complejidades de este ecosistema único están cambiando. Los patrones de las olas y las estaciones están cambiando drásticamente. Ahora vemos grandes marejadas y largas épocas de calma, algo muy diferente a lo que solíamos ver en el océano. El cambio climático es real y está sucediendo rápidamente: los surfistas de todo el mundo pueden dar testimonio de esto.

Esta estrecha conexión con el mundo natural es una de las razones principales por las que me ha apasionado tanto asegurarme de que, colectivamente, hagamos algo significativo para abordar la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la contaminación y la salud de los océanos, durante toda mi vida.

Aunque la biodiversidad, el cambio climático y la salud de los océanos se discuten como nunca antes, debemos asegurarnos de que las acciones sigan a las palabras. Ninguno de nosotros puede suponer que la recuperación post-COVID-19 impulsará una renovación ambiental, sin esfuerzos concertados en todo el mundo, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, para poner a la naturaleza en el centro de la planificación económica.

Tendremos que trabajar juntos y fuera de los silos tradicionales para garantizar que la recuperación post-COVID por venir sea tanto azul (en apoyo de océanos y aguas saludables) como verde (en apoyo de tierras saludables), así como limpia y resiliente.

Las recientes promesas de nuevos gastos en energía limpia, ciudades verdes y áreas marinas protegidas ampliadas son absolutamente bienvenidas y han insuflado nueva vida a las negociaciones internacionales destinadas a apoyar la preservación de la biodiversidad, la restauración de las tierras, la conservación de los océanos, la resiliencia al cambio climático y más. Esto es maravilloso de ver.

Al mismo tiempo, para encaminar al mundo hacia un futuro con sociedades más sanas y un clima más estable, los gobiernos y las empresas también tendrán que dejar de apoyar a prácticas perjudiciales en la agricultura, el transporte, la silvicultura, la pesca y la energía.

Surfear la ola de la recuperación post-pandemia de una manera que salve nuestros últimos lugares salvajes y frene futuras pandemias requerirá nada menos que un reajuste mundial de las prioridades de gastos e inversiones.

Para lograr la recuperación verde, azul, limpia y resiliente por la que la UICN y sus asociados, incluido el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, están trabajando, tendremos que dar prioridad a la naturaleza como la base sobre la que descansa y depende toda la actividad económica y social.

Poner fin a los subsidios dañinos que conducen a la degradación de las tierras, la pesca excesiva y la extracción de combustibles fósiles será una parte esencial del éxito y del impacto a largo plazo de esta recuperación.

Además, las inversiones que sitúan a la naturaleza en el centro de la planificación urbana y de infraestructuras, los esfuerzos de adaptación al clima y las iniciativas de gestión de la contaminación y los residuos, incluso en torno a la economía circular y los productos químicos, ofrecen un enorme potencial.

La restauración ecológica tiene un enorme valor económico, como lo ha demostrado la experiencia de Costa Rica, y las empresas y los inversores ven cada vez más el valor de las soluciones basadas en la naturaleza y las prácticas ambientalmente sostenibles como salvaguardias para el futuro.

Es 100 por ciento posible equilibrar las necesidades de la población con las del planeta. Como dos pies en una tabla de surf.

Apoyar políticas y planes que logren este equilibrio es el desafío para todos los participantes del Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN, trabajando en todas sus áreas temáticas: paisajes, agua dulce, océanos, cambio climático, derechos y gobernanza, sistemas económicos y financieros, y conocimiento, innovación y tecnología.

Estamos a la vista de un retorno a una vida más saludable y más conectada, pero no podremos lograr prosperidad a largo plazo sin invertir en la naturaleza, su protección, restauración y salud. Para construir el futuro que necesitamos, es hora de dejar de dañar el planeta y movernos hacia las actividades que lo sanarán.

Es tiempo de surfear.


Sobre el autor


Carlos Rodriguez ​​

 

Carlos Manuel Rodriguez es Director Ejecutivo y Presidente del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el mayor fondo fiduciario multilateral centrado en el medio ambiente y el cambio climático. Antes de unirse al FMAM, Rodríguez sirvió tres términos como Ministro de Medio Ambiente y Energía en Costa Rica, donde fue pionero en el desarrollo de iniciativas de pago por servicios ecosistémicos y lideró avances en la restauración forestal, la conservación de los océanos y la descarbonización. Es experto en políticas ambientales, negociaciones ambientales multilaterales y financiamiento para la conservación de la naturaleza.

Anfitriones